Las cosas que amo:
Amo a los que son de espíritu libre. Amo a la bestia interior que da fuerza a nuestro carácter débil. Amo los pensamientos viejos, la inspiración a la genialidad del poeta y su máxima plenitud cósmica. Amo a la amiga de mi última amante y a la prostituta de las 2:00 y el de las 4:00. Amo a la torpe niña que rompió la armonía en el universo. Amo el día último del mes y el día primero. Amo a la que se hizo propietaria de mi corazón al comprarlo por unos centavos, porque estaba imperfecto. Amo las cosas incompletas que nos dejan en el camino, por azar...de lo malo y lo terrible. Amo a los que son hipócritas de corazón, pues ellos se oponen a su mediocridad y siempre serán gente de vileza y falsedad. Amo a los que son débiles del alma, porque siguen los fundamentos que la rigen a ella. Amo a los hombrecillos que cuentan historias en mi conciencia y hablan acerca de las leyes del universo, las casualidades y de las personas que vuelven. Amo las melodías de los océanos y las palmeras. Cuerpos en capullos, un alma cerca de la otra mientras las demás cosas arden, los gigantescos dioses devoran los tristes y perdidos sueños...de los hombres sin fábricas, de las mujeres sin flores, de los que no portan juguetes ni armas. Amo a la distante luna, al quemado sol...al museo de un sueño, a la vista de un puente al vacío. Amo a la mujer sin suerte, a la obligada a padecer los misterios de la vida y es la adoración de los hombres barbudos. Amo a la mujer que monta y va a tierras lejanas. Amo a las pálidas luces de un sol muriendo, la nieve en el asfalto, amo siete horas del día en que duermo y estoy en el antiguo mundo del sueño. Amo la canción de Juli, que compuse del alma y a la mujer de Veracruz a quien se la dediqué.
Amo...al fin, es eso. ¡Sólo amo! Amo a la mujer que se tira del risco, a la que sube a la montaña, a la que sabe de qué manera entristecernos. Amo los descuidos del poeta, los escritos que son particularmente para la mujer. Amo a la mujer incompleta, a la imperfecta.
Amo a la mujer que vomita después de beber varios litros de vino. Amo a las causas que me hacen sentir mal, porque revelo el verdadero sentimiento que tengo, el que me hace reflexionarlo hasta poetizarlo, desgarrarlo. Y me hago cojo del alma por no decir de lo más terrible que sufre el hombre y la mujer, y soy imperfecto, desconocido a veces hasta de mis propias letras y actos. Soy débil como cualquier humano y cometo errores como cualquier amante que dejó de complacer a su amada. Amo a la mujer que me tuvo, a la que me vio escribir por primera vez y amo al hombre que por una noche de pasión nací yo. Amo a la mujer madura, y a la inmadura, a la de 15 y a la de 30. Amo a la mujer de ojos inclinados, de cara triste y solitaria. Amo las primeras lágrimas de un bebé recién nacido, amo al primer destello de un orgasmo cósmico en la mujer. Amo a la dama de rostro metálico. Amo un beso húmedo en incienso. Amo estar en el vientre de la soledad, en el límite del universo, en el sitio de un extraño reino.
Amo a los que son de espíritu libre. Amo a la bestia interior que da fuerza a nuestro carácter débil. Amo los pensamientos viejos, la inspiración a la genialidad del poeta y su máxima plenitud cósmica. Amo a la amiga de mi última amante y a la prostituta de las 2:00 y el de las 4:00. Amo a la torpe niña que rompió la armonía en el universo. Amo el día último del mes y el día primero. Amo a la que se hizo propietaria de mi corazón al comprarlo por unos centavos, porque estaba imperfecto. Amo las cosas incompletas que nos dejan en el camino, por azar...de lo malo y lo terrible. Amo a los que son hipócritas de corazón, pues ellos se oponen a su mediocridad y siempre serán gente de vileza y falsedad. Amo a los que son débiles del alma, porque siguen los fundamentos que la rigen a ella. Amo a los hombrecillos que cuentan historias en mi conciencia y hablan acerca de las leyes del universo, las casualidades y de las personas que vuelven. Amo las melodías de los océanos y las palmeras. Cuerpos en capullos, un alma cerca de la otra mientras las demás cosas arden, los gigantescos dioses devoran los tristes y perdidos sueños...de los hombres sin fábricas, de las mujeres sin flores, de los que no portan juguetes ni armas. Amo a la distante luna, al quemado sol...al museo de un sueño, a la vista de un puente al vacío. Amo a la mujer sin suerte, a la obligada a padecer los misterios de la vida y es la adoración de los hombres barbudos. Amo a la mujer que monta y va a tierras lejanas. Amo a las pálidas luces de un sol muriendo, la nieve en el asfalto, amo siete horas del día en que duermo y estoy en el antiguo mundo del sueño. Amo la canción de Juli, que compuse del alma y a la mujer de Veracruz a quien se la dediqué.
Amo...al fin, es eso. ¡Sólo amo! Amo a la mujer que se tira del risco, a la que sube a la montaña, a la que sabe de qué manera entristecernos. Amo los descuidos del poeta, los escritos que son particularmente para la mujer. Amo a la mujer incompleta, a la imperfecta.
Amo a la mujer que vomita después de beber varios litros de vino. Amo a las causas que me hacen sentir mal, porque revelo el verdadero sentimiento que tengo, el que me hace reflexionarlo hasta poetizarlo, desgarrarlo. Y me hago cojo del alma por no decir de lo más terrible que sufre el hombre y la mujer, y soy imperfecto, desconocido a veces hasta de mis propias letras y actos. Soy débil como cualquier humano y cometo errores como cualquier amante que dejó de complacer a su amada. Amo a la mujer que me tuvo, a la que me vio escribir por primera vez y amo al hombre que por una noche de pasión nací yo. Amo a la mujer madura, y a la inmadura, a la de 15 y a la de 30. Amo a la mujer de ojos inclinados, de cara triste y solitaria. Amo las primeras lágrimas de un bebé recién nacido, amo al primer destello de un orgasmo cósmico en la mujer. Amo a la dama de rostro metálico. Amo un beso húmedo en incienso. Amo estar en el vientre de la soledad, en el límite del universo, en el sitio de un extraño reino.
Copyrights.2004.
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