Confesión;
Me confieso que estoy muerto al escribir de ti, como si sólo mi mano escribiera y modificara las secuencias con que nacieras en estas líneas. Estás dentro, encarnecida como imagen de hueso, como inmortal en mis sueños, como la corrección de mi escritura en el fin de mes. Estás como un delgado susurro, un texto innecesario, pero eterno.
Me confieso, que las cosas a mi alrededor sólo te pertenecen a ti. Estás en mi pulso, en mi sangre, hasta en mi piel sedosa. Estás en los labios pero lejos de mi sexo, estás en mis ojos pero lejos de mi mirada. Estás ahí como siempre, como la música de ópera, como la sustancia silenciosa que tienen mis deseos. Pero anhelo perderte, tanto como anhelo que vuelvas. Confundido ante la sorpresa que me das de tu embarazo, de tu debilidad física, del amor que no fue de nosotros dos.
Me confieso ante el recuerdo, de mis manos en las escenas de tu sexo, de mi boca que ha visto todo y dicho poco. Creo que doblaré mi cuerpo en pedazos ante la llanura furiosa de tu vida.
Estás en mí, en mi hombro izquierdo, con tres mil años de existencia y veinte mil poemas escritos acerca de ti. Nunca avanzaré más en el mundo, si no admitimos los dos, el sexo y el amor que nos unió.
Después de todo, la mujer seductora es destructora, y yo que fui pareja y sonido, piel y poema...yo que todo lo di y nada pedí, me destruyes en largas décadas de amor, hasta llegar de nuevo a los dinosaurios y a los hombres carnívoros.
Me confieso perdido y en consecuencia busco el suicidio. Es la verdad en dicha palabra, fragmento que vivo en mi carne, pues totaliza mi sentir del hoy al ayer, al mañana como a mi futuro.
Ya nada se parece a las denominadas letras de amor, no son más que inútiles, como todo lo que escribo es inútil, y todo lo que hago se vuelve sustituto del aburrimiento que tengo.
Me confieso un hombre estrellado, jadeante y terco...despedazo y desmenuzado, sin anillos matrimoniales, ni el amor portador en sus venas. Soy un plumaje, cálido en sueños, con figuras de oro y de bronces hombros, de picos de plata. Volaré para no llegar a lo no-escrito, al viñal, ni al nuevo ciclo de la vida. Volaré, en transfusión de mis órganos, en función de mis sombrías alas, iré ahí, honrado y enloquecido, ahí, en el único lugar de mi eterno estallido, después de dejar los rumores en mi fracaso, el lugar de mi suicidio y mi transformación de pájaro.
Hoy que todo lo sé, dejo de saberlo todo.
Me confieso que estoy muerto al escribir de ti, como si sólo mi mano escribiera y modificara las secuencias con que nacieras en estas líneas. Estás dentro, encarnecida como imagen de hueso, como inmortal en mis sueños, como la corrección de mi escritura en el fin de mes. Estás como un delgado susurro, un texto innecesario, pero eterno.
Me confieso, que las cosas a mi alrededor sólo te pertenecen a ti. Estás en mi pulso, en mi sangre, hasta en mi piel sedosa. Estás en los labios pero lejos de mi sexo, estás en mis ojos pero lejos de mi mirada. Estás ahí como siempre, como la música de ópera, como la sustancia silenciosa que tienen mis deseos. Pero anhelo perderte, tanto como anhelo que vuelvas. Confundido ante la sorpresa que me das de tu embarazo, de tu debilidad física, del amor que no fue de nosotros dos.
Me confieso ante el recuerdo, de mis manos en las escenas de tu sexo, de mi boca que ha visto todo y dicho poco. Creo que doblaré mi cuerpo en pedazos ante la llanura furiosa de tu vida.
Estás en mí, en mi hombro izquierdo, con tres mil años de existencia y veinte mil poemas escritos acerca de ti. Nunca avanzaré más en el mundo, si no admitimos los dos, el sexo y el amor que nos unió.
Después de todo, la mujer seductora es destructora, y yo que fui pareja y sonido, piel y poema...yo que todo lo di y nada pedí, me destruyes en largas décadas de amor, hasta llegar de nuevo a los dinosaurios y a los hombres carnívoros.
Me confieso perdido y en consecuencia busco el suicidio. Es la verdad en dicha palabra, fragmento que vivo en mi carne, pues totaliza mi sentir del hoy al ayer, al mañana como a mi futuro.
Ya nada se parece a las denominadas letras de amor, no son más que inútiles, como todo lo que escribo es inútil, y todo lo que hago se vuelve sustituto del aburrimiento que tengo.
Me confieso un hombre estrellado, jadeante y terco...despedazo y desmenuzado, sin anillos matrimoniales, ni el amor portador en sus venas. Soy un plumaje, cálido en sueños, con figuras de oro y de bronces hombros, de picos de plata. Volaré para no llegar a lo no-escrito, al viñal, ni al nuevo ciclo de la vida. Volaré, en transfusión de mis órganos, en función de mis sombrías alas, iré ahí, honrado y enloquecido, ahí, en el único lugar de mi eterno estallido, después de dejar los rumores en mi fracaso, el lugar de mi suicidio y mi transformación de pájaro.
Hoy que todo lo sé, dejo de saberlo todo.
Copyrights.2004.
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