Así dejé que pasara:
A principio supe cómo es que eras y en qué condiciones estabas; tus conductas variaban como en las primaveras o en los inviernos. Poco a poco me fui acostumbrando a ti, pues adelgazaba más cuando dormíamos juntos, incluso escuchaba más tus pláticas y esas nunca bastaban. Me fui haciendo una imagen abundante de ti, algo que me hiciera recordarte cada dos o tres minutos y entonces sonreía, según decía –¡oh! me acordé de un chiste-, pero sin embargo sabía que ya no podría vivir sin ti, hasta darme a la idea de que sólo tú, en el mundo existías.
Así un tiempo pasó, preferí nunca cuestionarte. Ni la duda jamás la encontré. Cocinabas en mi cerebro las mejores comidas hechas por recuerdos, y comía de ellos por las noches. Es decir, te estabas volviendo la única razón para vivir. Me bastaba un beso, aunque fuera desordenado y sucio, me bastaba un adiós inconcluso, una mirada lustrosa, quizás si no fueras tan deseante nunca hubiera vivido cada momento como el último.
Pasaron más meses y fui sintiendo el dolor en mi espalda. Y el ruido un tanto intolerable del eco de tu voz en mis frágiles oídos. No sé qué pasaba, pero nada me calentaba, nada de ti me decía. El engañoso tranvía por el cual te conocí me devoraba por dentro, y es que reanudar el recuerdo de aquel día, era no dejar morir tu pasado y no vivir el presente, incluía no tener ningún futuro con alguien como tú. Como no me recuperé desde entonces, me inventé un juego en tu boca y en la carne en tus huesos. Pero la pasión densa los sentimientos, por lo que los sagrados de tu selva fueron cristales luminosos en mis ojos y armaron una estructura en mi cuerpo, donde estabas tú por encima de mí, y ya no podía salir del espacio que creé para conservarte e idolatrarte.
Así dejé que pasara, los motivos del enamoramiento. Así pasó junio y en mi cumpleaños no recibí nada de ti, ni un abrazo en tus pechos. Sólo una disculpa de –no me acordé. Fui repasando la literatura que te compuse, fui inventado los motivos por los que te amé y empecé a tenerte odio y la razón para dejarte, pero llegabas tú desnuda y jadeante, para ponerme en la recuperación y no acordarme. Tus engaños fueron buenos y astutos, nunca me quejé pues comida tenía y jamás te hubiera dejado, a no ser por lo que ahora pasó entre tú y el otro.
Sin dedicacion Ni recuerdo. Ni llanto que aclame
Sin queja que llore, Ni risa que calme, ni Palabra
Que curen, ni cuerpo que olvide.
Ya nada basta; Ya nada se puede hacer.
Ya soy tu olvido; y Eres ahora solo este poema.
Copyrights.2003.
Damian Gonzalez ; Chukuruquai
chukuruquia@hotmail.com
jueves, 10 de julio de 2008
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